No, ni hablar.
Cansaste, no me busques más. No sigas, no te convengo. Estoy arisca y
así estoy bien. No me digas que sos diferente,
¿distinto a qué? Basta, yo no vuelvo a creer más. No quiero volverme mala y, mucho menos, desconfiada.
Te lo digo por última vez, andate. Recién ahora en mucho tiempo volví a dormir bien. ¿Me estás escuchando? Tengo cambios repentinos de humor. Ahora no, no lo arruines.
Así estoy bien. Llego a casa cuando quiero, soy la dueña de mis fines de semanas. Sí, también leo todo el tiempo.
¿No ves? No tengo tiempo para nada más. No, no me digas que no te importa lo que digo. Todavía no me conoces. No es mi momento.
Basta, por favor. ¿Mimos?, no!
No quiero que me toques la cara. No me trates de abrazar. ¿Un beso? ¿Estás loco? Salí, alejate. Esta boca es mía, no quiero que sea de nadie más. Che, sacá la mano.
¿En qué idioma te parece que hablo? No me digas cosas lindas, si no sabes quien soy.
¿Acaso no lo entendés? No, no quiero caer. No necesito que me cuides. Gracias, lo hago bien sola.
No me interesa lo loco que te vuelvo. No te encapriches conmigo, no ahora. Soy la clásica que confunde las medialunas de grasa con las de manteca, soy la que siempre hace lo contrario a lo que dice el cartel de la puerta. Empuja cuando tiene que tirar, tira cuando tiene que empujar. Sí, y también malcriada e histérica.
¿No ves? No soy buen partido. Dejame en paz.
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